Algunas reflexiones:
En los últimos años se ha generado en las sociedades hispanoparlantes un
acalorado debate en torno a la adopción o no del lenguaje inclusivo,
especialmente en los ámbitos del discurso público. Se entiende por lenguaje
inclusivo a las modificaciones morfológicas que permiten anular las
terminaciones explícitas de sustantivos que son masculinos genéricos en pos de
incluir otras opciones de género, más allá del masculino y femenino.
Como práctica
lingüística, el lenguaje inclusivo se ha materializado de distintas maneras: a
través de la duplicación del sustantivo en masculino y femenino, el uso de la
“x” o la arroba en lugar de la vocal que demarca género, y – más
recientemente – con la incorporación de un tercer género neutro
terminado en “-e”.
La rápida
polarización que se produjo entre detractores y defensores del lenguaje
inclusivo ha tenido momentos de repercusión en los medios y las redes sociales.
Sin embargo, todavía no se han dado los espacios para que el resto de la
ciudadanía pueda reflexionar en profundidad en torno a las implicancias de su
uso, independientemente del grado de acuerdo que se pueda tener
con las diversas agendas políticas de los grupos minoritarios que lo
impulsan. Este ensayo se propone explicar las razones por las que el lenguaje
inclusivo es un recurso lingüístico valioso en tanto vehículo para avanzar
hacia una sociedad igualitaria. Para ello, se analizará la temática desde una
perspectiva lingüística, psicológica y social.
Desde una
perspectiva lingüística, el lenguaje inclusivo
introduce modificaciones en la lengua a través de elementos
discursivos integradores y eficaces para reflejar de manera más cabal la
diversidad de género en la sociedad posmoderna. Respecto de esta
dimensión, la controversia estaría dada en cuanto a la
legitimación para implementar cambios
lingüísticos. Kalinowski (2018) y Del Valle
(2018) acuerdan que el lenguaje es maleable y, por tanto, las normativas
gramaticales debieran adaptarse en función de las necesidades de los hablantes,
ya que son ellos – en última instancia –quienes instalan los usos en
sus prácticas comunicativas. “Es la vida social la que ha construido las regularidades
del lenguaje, la que las ha elevado a la condición de norma” (Del Valle, 2018,
párr. 3).
Es cierto que, como señala Sarlo (2018), el uso del masculino genérico para representar los géneros masculino y femenino constituye una práctica asentada y establecida desde hace ya varios siglos. Además, respecto del género neutro, el uso de la “–e” tiene un fuerte impacto en otras categorías de palabras porque implica un problema de concordancia que es difícil sostener en el discurso. Tanto Kalinowski (2018) como Sarlo (2018) coinciden en que los cambios lingüísticos no se deciden sino que se trata de procesos que toman cientos de años y que se producen de manera natural e inconsciente.
No obstante, en este punto resulta imprescindible
comprender que el cambio que propone el lenguaje inclusivo es en esencia un
cambio de tipo lexical y no gramatical. Como Kalinowski lo explica, “uno de
los problemas que tiene la comunicación de este fenómeno [del lenguaje
inclusivo] a la opinión pública es la tendencia a entenderlo siempre en
términos de cambio sintáctico” (2018, párr. 7). Quiere decir que una de
las características del lenguaje inclusivo estaría dada por el enriquecimiento
y la ampliación del español a través de vocablos como “todes”,
“estimades” y “elles”. Estos términos representan conceptos
que habilitan a la sociedad para avanzar en cuanto a la identidad de
género.
Desde
una perspectiva psicológica, el lenguaje inclusivo tiene un propósito
claro: traer a la conciencia la persistencia de una injusticia social que se
reproduce con ciertos hábitos lingüísticos. Se trata, por ende, de un planteo
que se incardina en una concepción teórica de la lengua como herramienta
central del pensamiento. En términos de Vygotsky
(1993), “el pensamiento no se expresa simplemente con palabras; llega a la
existencia a través de ellas” (pág. 202). Diversos autores que
analizan el fenómeno del lenguaje inclusivo de algún modo se hacen eco de
esta teoría psicológica cuando argumentan que la lengua constituye la materia
prima no sólo para describir y pensar la realidad sino también para moldearla y
transformarla (Del Valle, 2018; Kalinowski, 2018; Torices, 2018).
Por su
parte, Del Valle (2018) enfatiza el poder autorregulador de la lengua
y el sentimiento de “incomodidad” que ha instalado el uso de lenguaje inclusivo
ya que obliga al hablante a posicionarse ideológicamente en cuestiones de
género. Siguiendo esta línea de pensamiento, Kalinowski (2018) plantea que, a
lo largo de la historia, los diversos intentos de modificar la
realidad generaron discursos asociados a ellos y esos discursos buscan
instalar en la sociedad ideas que desafían el statu quo. Si bien Sarlo
(2018) pone de manifiesto que las desigualdades no desaparecen por hablar en
lenguaje inclusivo, Kalinowski (2018) y Del Valle (2018) destacan que el
masculino genérico del español refuerza y reproduce a nivel inconsciente un
ordenamiento social patriarcal y sexista. En resumen, el lenguaje inclusivo se
erige como un recurso que estimula la toma de conciencia de esta
desigualdad como primer paso para habilitar la reconfiguración de las
subjetividades y los modos en que percibimos y nos vinculamos con los demás.
Bajo el
prisma de la perspectiva social, el uso del lenguaje inclusivo
constituye un factor clave para poner en el centro del debate las desigualdades
de género en la sociedad (Torices, 2018; Del Valle, 2018; Kalinowski,
2018). En este punto, pareciera que no sólo se ha alcanzado un grado de
consenso considerable entre los lingüistas contemporáneos que analizan este
fenómeno glotopolítico sino que además encuentran sustento en el trabajo del
sociólogo Pierre Bourdieu.
Previo
al surgimiento del lenguaje inclusivo concebido de la manera en que se conoce
hoy, Bourdieu (2000) aborda la dominación masculina instalada en la sociedad
desde tiempos inmemoriales. El autor explica que, si bien dicha dominación
probablemente se fundó en un primer momento en diferencias de fuerza
física, luego se extendió y reafirmó principalmente a través de la asunción del
hombre de los roles y espacios de mayor jerarquía en la sociedad. Esta
relación de poder androcéntrica fue verbalizándose y quedando plasmada en las lenguas durante
siglos.
Según
Bourdieu (2000), la dominación masculina se
configuró, entonces, como un proceso de naturalización de la
desigualdad de género que se concreta a través de una “violencia simbólica,
violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se
ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la
comunicación” (p. 12). De la misma manera que fueron los consensos sociales
los que dejaron instalado este ordenamiento social de dominación, resulta
lógico plantear la necesidad de deconstruir esas ideas y
consensos fuertemente instalados en el colectivo imaginario a partir de modos
discursivos que cuestionen este estado de cosas (Kalinowski, 2018; Del Valle, 2018).
En conclusión, si bien una mirada preliminar y superficial del lenguaje inclusivo pareciera versar sobre un mero cambio lingüístico, el análisis de este fenómeno en las dimensiones mencionadas evidencia su potencial en términos de valor que aporta a la sociedad en su conjunto (y no sólo a los colectivos que lo impulsan). En el ámbito de la lingüística, el lenguaje inclusivo enriquece la lengua a nivel lexical para integrar la amplia diversidad de género de la sociedad de hoy. Asimismo, motoriza procesos psicológicos de concientización respecto de la relación de poder masculina que desde antaño se pretende natural y que se ha cristalizado en el ADN de la lengua precisamente porque hasta ahora este ordenamiento social patriarcal no había sido cuestionado. Si bien las modificaciones lingüísticas que plantea el lenguaje inclusivo no modifican la realidad per sé, resulta evidente que se trata de una herramienta o “intervención retórico-política” (Kalinowski, 2018) efectiva que visibiliza una fuerte y postergada necesidad de reinventar vínculos, percepciones y subjetividades para construir todas, todos y todes una sociedad igualitaria.
Autora: Paula Gabriela Ferrari
Referencias
Bourdieu, P. (2000). La
dominación masculina (J. Jordá, Trad.). Barcelona: Editorial Anagrama.
Del Valle, J. (21 de agosto de 2018). La política
de la incomodidad. Anuario de
Glotopolítica. https://glotopolitica.com/2018/08/21/la-politica-de-la-incomodidad/#comments
Kalinowski, S. (2018). Notas de conferencia. En D. Lauría, y J. Zullo (Coord.), Inclusive el lenguaje: debate sobre lengua,
género y política. 29 de agosto de 2018.
Instituto de Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires. http://il.institutos.filo.uba.ar/sites/il.institutos.filo.uba.ar/files/Inclusive%20el%20lenguaje%20correg.4.pdf
Sarlo, B. (13 de octubre de 2018). Alumnos, alumnas
y “alumnes”. Anuario de Glotopolítica.
https://glotopolitica.com/2018/10/13/alumnos-alumnas-y-alumnes/
Torices, J. (31 de julio de 2018). Combatir
estereotipos mediante el lenguaje inclusivo. CTXT Revista Contexto y Acción. https://ctxt.es/es/20180725/Firmas/20863/Jose-Ramon-Torices-Vidal-lenguaje-inclusivo.htm
Vygotsky, L. (1993). Pensamiento y lenguaje. Barcelona: Paidós.
Ficha/Cómo citar este ensayo:
Ferrari, P. (1 de diciembre de 2020). ¿Qué nos aporta el lenguaje inclusivo? [posteo de Blog]. https://seedsofacademicwriting.blogspot.com/2021/07/que-nos-aporta-el-lenguaje-inclusivo.html

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